28 de diciembre de 2017

2548- LA CALIDAD DE LAS GAMBAS..

Al menos sobre el papel, la cena de Nochebuena es algo idílico y muy especial. No solo por los manjares que hay sobre la mesa, sino también por la reunión de los seres queridos que comparten el ágape nocturno entre risas y recuerdos de unos y otros sobre hechos acontecidos en la familia lo largo del tiempo. Sí amigos, no hay duda que la cena de Nochebuena es algo esperado por muchos, puesto que es sin duda la reunión familiar por excelencia. Sin embargo, todo hay que decirlo, no todas esas cenas acaban de la forma soñada... Unos por discusiones políticas, otros por indigestiones y otros porque no se han querido nunca y esa noche, aunque sea Nochebuena, no tiene por qué ser una excepción y forman la bronca a la mínima ocasión.

Sin ir más lejos, Manolo acabó la velada en urgencias. Un fuerte dolor en el pecho y se ahogaba por minutos hasta desmayarse sin remisión. Recostado en el suelo, dándole aire con un abanico, paño mojado en la frente, pero ninguno de los remedios caseros se mostró eficaz. Cada uno de los presentes dio su opinión... Que si habría bebido demasiado, que si la cena no le había sentado bien, que si el humo de los que fumaban. Sin embargo el motivo era más sencillo que todo eso. Se llamó a una ambulancia que lo trasladó al servicio de urgencias y tras las pruebas oportunas el diagnóstico fue que se trataba de un simple ataque de ansiedad. ¿Ansiedad en medio de una cena con tus familiares más queridos...?

Pues sí amigos, sí. Como cabeza de familia, Antonio ya hacía varios días que estaba muy preocupado. Aquel día de Nochebuena llegaba su suegra para cenar con ellos en casa. El hombre lo había comentado con alguno de sus compañeros de trabajo: "Llevo varias semanas nervioso porque la buena mujer jamás se ha llevado bien conmigo. Yo como albañil me gano bien la vida, pero ella quería para su hija un banquero, o médico tal vez y claro... Todo son chascarrillos, que si esto, que si lo otro. Yo ya no sé qué hacer. A mí me va a dar algo". Y efectivamente aquella noche le dio. Sudoración, palpitaciones, opresión torácica y desmayo. Un ataque de ansiedad que, de no ser un hombre sano y robusto, hubiera podido llevarle a la tumba. 

Y es que con la salud de los demás no se puede jugar. La mujer no es que fuera una bruja pero, desde el primer momento, un albañil le pareció poco para su hija. El bonachón de Manolo tan solo se quejaba de que la "buena mujer" solo velaba por el bienestar de su hija pero, sin darse cuenta, su menosprecio dañaba indirectamente el bienestar de su propia hija y el de toda la familia en general. La pérfida suegra, no teniendo comentario con el que menospreciar al infeliz, tras vaciar su copa de cava y soltar un sonoro eructo, se quejó de la escasa calidad de las gambas que el joven matrimonio había puesto para cenar y Antonio, que ya estaba esperando por donde llegaría la puñalada de su suegra, cayó al suelo redondo.
- ¡Muero por no matar...! -balbuceó mientras se desplomaba.

RAFAEL FABREGAT

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